Tras una vida plena dedicada a la fotografía, Antoni Campañá falleció dejando tras de sí una gran obra, pero no fue hasta casi treinta años después de su muerte cuando uno de sus hijos y un nieto encontraron una intrigante caja de madera arrumbada en un viejo garaje. Dentro había dos cajas rojas, que escondían un gran tesoro que se creía perdido. Se trataba de las fotos que Campañá había hecho durante la guerra civil española, que habían permanecido guardadas en el garaje de su casa durante casi sesenta años.
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