Madrid, España
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En el sector de la comunicación, el concepto valor implica conjugar aspectos tanto de estricta gestión y gerencia de la estructura económica de la empresa informativa, como elementos muy singulares y específicos de los outputs que ella desarrolla. Los rasgos del producto mediático impiden, obviamente, que se hable del precio como único condicionante de su valor y hace necesario que se añadan otros como la audiencia, la intuición, la costumbre, los principios, la estrategia, la imagen corporativa, la calidad, la repercusión social, la competencia, el EBITDA, el good will y la marca. A todos estos factores se ha añadido, de forma tradicional, el conocido como “poder de informar”, entendiendo por tal “la situación de dominio intelectual, consecuencia de una actividad empresarial informativa, que otorga a su titular la capacidad de influir directamente en personas e instituciones”. Hoy esa capacidad de influir tiene, al menos cuantitativamente, otra evidencia más: los comunicadores más importantes insertos laboralmente en las estructuras de medios más destacables de este país (aquí denominados metonímicamente “periodistas”) poseen por sí mismos una capacidad de arrastre de audiencia visible, asimismo, en sus perfiles en redes sociales que, dada la frecuencia en su uso, los hacen ser, además de tenedores de los datos y poseedores de opinión, influencers con cierta credibilidad y prescriptores de su marca personal y, por ende, de la marca de la empresa de medios que lo ampara. Teniendo como telón de fondo la importancia de la reputación corporativa, el objeto de este trabajo, se orienta a arrojar luz sobre el peso específico que tienen estos periodistas-influencers en la creación de una identidad de marca nítida para la empresa de medios con el fin de dar respuesta no solo al cómo hacer (know-how), sino también a los fundamentos, a los por qué (know-why) de la empresa informativa.
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