Los sacramentos celebran una comunión con Dios y con el prójimo en constante proceso de perfeccionamiento. El signo de la paz, como todos los demás ritos litúrgicos, expresa un ideal de comunión que estamos llamados a realizar en la acogida de la palabra de Dios y con la fuerza del Espíritu Santo; no es un simple "saludo", ni el intercambio de nuestra frágil paz, sino la expresión ritual de nuestra voluntad de aceptar la paz de Cristo para convertirnos en instrumentos de comunión; es decir, para corresponder libremente a ese Bautismo que en Cristo nos ha hecho a todos hermanos, más allá de los lazos de sangre o de amistad.
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