En mayo de 1933, apenas unas semanas después del ascenso de los nazis al poder en Alemania, el canciller Adolf Hitler abolió los sindicatos y, en su lugar, estableció el Frente Alemán del Trabajo (Deutsche Arbeitsfront, DAF). Aunque el propósito oficial de esta organización era proteger los derechos de los trabajadores, el auténtico motivo de su creación fue restablecer el “pleno” empleo y la estabilidad económica durante la Gran Depresión, así como mantener el control sobre uno de los factores fundamentales para el resurgimiento de la nación mientras Hitler se preparaba para la guerra. El rearme alemán sirvió para cumplir dos objetivos: la recuperación económica y la preparación para la guerra, iniciada antes de la llegada al poder de los nazis mediante la creación de un “ejército fantasma” con la particular cooperación de la Unión Soviética, que permitió el entrenamiento secreto de tropas alemanas y proporcionó campos de pruebas para los primeros carros de combate y vehículos blindados de la renaciente Wehrmacht. A primeros de 1935 Hitler repudió abiertamente el Tratado de Versalles, reveló al mundo hasta dónde había llegado el rearme alemán y reintrodujo el reclutamiento para los hombres de entre dieciocho y veinticinco años, de modo que en 1939 los efectivos del Ejército habían crecido hasta los 1,4 millones.
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