Eran las 21.00 horas del 6 de diciembre de 1941 cuando, con toda la tripulación del portaaviones de la Marina Imperial japonesa Akagi prestando atención, los altavoces del buque anunciaron: “El ascenso o la caída del imperio dependen de esta batalla. Cada uno se esforzará al máximo para cumplir con su deber”. Aquellas palabras, emitidas esa noche por el almirante Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Combinada, evocaban tanto las de Heihachiro Togo antes de la gran victoria de Tsushima en 1905 como las de Horace Nelson antes del triunfo de la Royal Navy en Trafalgar. A la mañana siguiente los pilotos y los aviones de la Kido Butai asestarían un demoledor golpe a la U. S. Navy, incapacitando a la Flota del Pacífico, basada en Pearl Harbor, Hawái. El camino recorrido por el almirante japonés, de cincuenta y siete años, hasta la víspera del ataque sorpresa que arrastraría a Japón y los Estados Unidos al cataclismo de la Segunda Guerra Mundial había sido largo, y sus puntos de vista sobre el conflicto resultan fascinantes.
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