Al editar un texto a mano, las líneas pueden tacharse, o eliminarse, en actos de borrado. Este artículo sostiene que el tachado y la supresión son opuestos, tanto operacionalmente como en sus efectos superficiales. Mientras que el tachado raya físicamente las palabras, ontológicamente no hace más contacto con la superficie sobre la que están escritas que una línea inscrita en un espejo con lo que se refleja en el vidrio. Es como si el trazo se dibujara a través de otro plano, superpuesto a la página de escritura. Sin embargo, frotar o rayar erosiona la superficie misma. Cuando la misma superficie se reutiliza repetidamente, como era común con la escritura en pergamino, surgen huellas del pasado mientras que las huellas del presente se hunden. Lo mismo ocurre con la reutilización del suelo, en ciclos de cultivo. Ambos conducen a la formación de un palimpsesto. Con el palimpsesto, darse la vuelta es fundamental para la renovación. El estado territorial, por el contrario, asume que el suelo está estratificado en capas, apilado en una secuencia temporal. La renovación, entonces, solo puede llegar agregando más capas. Llegamos así a una distinción entre dos tipos de superficie: la superficie estratificada, que cubre lo anterior y se cierra a lo que sigue; y la superficie profunda, que no cubre nada más que a sí misma y, sin embargo, se eleva al aire libre. Estas superficies encarnan, respectivamente, los principios contrarios de estratigrafía y antiestratigrafía. El camuflaje funciona engañándonos para que tomemos un tipo de superficie por otra. El ejemplo del entierro, sin embargo, muestra cómo ambos principios pueden combinarse. Enterrar el pasado lo pone a un lado, pero no lo hará desaparecer. Solo cuando finalmente salga a la superficie, el pasado podrá ser borrado por los estragos del tiempo.
When editing text by hand, lines may be struck out, in acts of deletion, or rubbed out, in acts of erasure. This article argues that deletion and erasure are opposed, both operationally and in their surface effects. While the strike-through physically crosses words out, ontologically it makes no more contact with the surface on which they are written than does a line inscribed on a mirror with that which is reflected in the glass. It is as if the stroke were drawn across another plane, layered over the page of writing. Rubbing or scratching out, however, erodes the surface itself. When the same surface if repeatedly reused, as was common with writing on parchment, past traces come up while the traces of the present sink down. The same goes for the reuse of the ground, in cycles of cultivation. Both lead to the formation of a palimpsest. With the palimpsest, turning over is fundamental to renewal. The territorial state, by contrast, assumes the ground to be stratified into layers, stacked up in a temporal sequence. Renewal, then, can come only by adding further layers. We thus arrive at a distinction between two kinds of surface: the layered surface, covering up what went before and closed to what follows; and the deep surface, that covers nothing but itself yet nevertheless rises into the open. These surfaces embody, respectively, the contrary principles of stratigraphy and anti-stratigraphy. Camouflage works by tricking us into taking one kind of surface for another. The example of burial, however, shows how both principles can combine. Burying the past puts it down but will not make it go away. Only when it finally rises to the surface can the past be wiped out by the ravages of time.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados