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Resumen de La cueva de Hércules: una leyenda toledana

Javier Martínez Pinna

  • Cuenta la leyenda que cuando Hércules llegó a la lejana Iberia y, más concretamente, al solar donde después se emplazó la ciudad de Toledo, quedó sobrecogido por la belleza del lugar, por lo que ordenó realizar una especie de palacio subterráneo donde depositó un enorme tesoro. Después de instruir a una serie de enigmáticos personajes en los misterios de la cultura, la religión y la magia egipcia, decidió volver al país del Nilo, quedando la cueva cerrada y custodiada por un pequeño grupo de guerreros que velaban por que el secreto que se albergaba en su interior nunca fuese revelado. Según distintas tradiciones, la Mesa de Salomón fue depositada en este mismo lugar, La cueva de Hércules, después de que los visigodos estableciesen su capital en la ciudad del Tajo, en el siglo VI d.C. Siendo conscientes del peligro que se cernía sobre el destino de su reino, los monarcas visigodos decidieron poner cada uno de ellos, justo en el momento de su coronación, un candado sobre la puerta del palacio, o cueva, para garantizar que nadie accediese a su interior. Fue el rey Rodrigo, deseoso de adivinar un futuro que no se le antojaba nada halagüeño, quien decidió romper la tradición e hizo saltar todos los cerrojos de la puerta. Cuando penetró en su interior se encontró con una especie de arcón que guardaba una tela que representaba a unos guerreros vestidos a la manera norteafricana, con un texto bordado en el que se leía que la violación del lugar provocaría el cumplimiento de una terrible maldición.


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