El artículo analiza los seis componentes de los itinerarios formativos de las personas jóvenes, el componente escolar tradicional y los cinco componentes no formales o no escolares, que son las actividades no curriculares, las experiencias vitales signifcativas, el consumo cultural, las experiencias laborales y la autodidaxia. Esta diversifcación de los componentes no formales genera retos importantes en el ámbito educativo y sociopolítico, como son los retos de la equidad, la compensación, la transferencia y el reconocimiento, así como la adaptación de instituciones educativas, laborales y los servicios de apoyo a la juventud.
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