Llegado el día quince de mayo, chulapos, chulapas y otros madrileños amantes de la tradición se dirigen a la pradera de San Isidro en busca de un atracón de calorías en forma de rosquillas tontas y listas, digeridas con un buen trago de limonada de vino blanco, no sin antes asegurarse de haber sido bendecidos con varios sorbos de agua milagrosa de la Fuente del Santo, en la ermita, o del Pozo del Milagro del Museo de los Orígenes.
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