La leyenda de Gracián Ramírez, protector de la ermita de Atocha y señor de Rivas, nació como invención de Lope de Vega, forjada seguramente a partir del recuerdo de un Goscelmo de Rivas real. Perfilada y pulida a lo largo de cinco décadas, fue convertida luego en blasón inigualable de un linaje madrileño, los Ramírez, que, como seguramente todos los demás, hubo de fabricarse ex profeso una antigüedad de la que carecía.
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