¿Qué pensaríamos si le negásemos a los estudiantes de idiomas que usen grabaciones o films en versión original para aprender un idioma? ¿Qué pensaríamos si un carpintero usara una lijadora eléctrica? ¿Dejaríamos de comprar sus creaciones porque se haya ayudado de esta herramienta? Pues esta es la triste realidad de nuestra protagonista en la escuela; la calculadora. Una herramienta a la que se le han cerrado las puertas en la formación de nuestro alumnado.
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