Cuando una sociedad se ve sometida a una sucesión de conmociones colectivas, sus cimientos se tambalean y surgen monstruos que la dinamitan desde dentro. La Alemania de los años veinte representa, en este sentido, un caso de estudio ejemplar: un contexto que continúa fascinando por la intensidad de su violencia estructural y el dinamismo de su producción cultural.
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