Ante hechos como el poder o la autoridad no caben posturas neutrales. Se está, sin remedio, a favor o en contra de uno y otra. La simple descripción - y mucho más el intento de explicación - de los fenómenos sociales en los que intervienen lleva consigo, inevitablemente, algún tipo de justificación o de cuestionamiento. Probablemente, se deba a ello a la contradicción o paradoja que todo poder o autoridad entrañan. Los estudiosos de la política aluden al doble rostro, como el del rey Jano, cuando tratan de resaltar la ambivalencia de esos fenómenos. Pensemos en u hecho simple y cotidiano: el mismo agente de la autoridad que nos garantiza seguridad puede tomarse en violador impune de los derechos más elementales. Y no sólo de manera sucesiva o alternativa. Simultáneamente, la protección de los derechos de unos no implica muchas veces más que la violación de las más básicas necesidades de otros.
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