En el siguiente artículo intentamos demostrar que la verdadera función de la poesía consiste en entender fenomenológicamente las estructuras ontológicas del mundo, acompasando nuestro propio vivir con el desvelar del ser a través de la palabra poética. En esa relación intencional donde el ser del alma y el ser del mundo se interpelan, la poesía, siempre originaria y a la vez nueva, habita el instante ejerciendo de brújula capaz de conferir belleza, verdad y sentido a un mundo en donde lo real, lo simbólico y lo imaginario se necesitan a partes iguales. El poeta, de esta manera, pasa de ser un habitante extraño a un vidente capaz de vislumbrar el futuro de la humanidad participando en la construcción de un antropocosmos más armónico y espiritual en donde cosmos e imaginación fundamentan las bases de nuestra existencia creadoramente.
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