Inclusión social e interdependencia

• Stella Caiza de Paéz ^[1]
  1. [1] Asociación Civil Senderos del Sembrador, Argentina
• Localización: Revista Inclusiones: Revista de Humanidades y Ciencias Sociales, ISSN-e 0719-4706, Vol. 3, Nº. Extra 2 (enero-marzo), 2016 (Ejemplar dedicado a: Congreso Internacional De Discapacidad Vicente López Argentina), págs. 191-194
• Idioma: español
• Enlaces
  • Texto completo
• Resumen

  • Hablar de Agentes de apoyo para la vida autónoma es quizás un punto de llegada y también un punto de partida. Punto de llegada y de partida de un proceso vital que se inicia con el nacimiento y sigue a largo de toda la vida, para que cada persona con discapacidad pueda llegar a ser un ciudadano que dirija su propia vida. Empecemos a aclarar qué decimos cuando decimos autonomía, dirección de la propia vida. Puede suponerse que esto es sólo posible para las personas menos afectadas. Sin embargo, el derecho cuyo ejercicio no se puede negar a nadie, es el derecho a elegir, desde lo más simple de la cotidianeidad hasta las cuestiones más complejas. Esto implica atender y responder a las demandas singulares de cada persona, más allá de la patología o deficiencia que dio origen a la discapacidad. La diversidad es un valor entre los humanos. Somos heterogéneos por definición y por múltiples cuestiones. La única igualdad. Lo único que debería ser homogéneo, es la igualdad en dignidad, aunque aún no se haya logrado. La autonomía nace en la cuna. Se sostiene en la cultura del agente materno, quien transmite sus valores al hijo y es artífice de un desarrollo armónico, tanto para bebés convencionales como los que tienen su desarrollo en riesgo o directamente afectados. Por lo tanto, es la familia la que puede criar a sus hijos como dependientes o como autónomos, capaces de dirigir su propia vida o esperando que siempre sea otro el que elige "lo que es mejor para él / ella"