Conocí a Juan Carlos en el encuentro de El Escorial (1972) sobre teología de la liberación (TL), no sólo porque fue uno de los ponentes sino porque estuve en su grupo, donde discutimos varios días sobre el sentido que había que darle a la TL o, mejor, sobre su estatuto epistemológico, y concluimos que no era una teología de genitivo sino un modo de hacer teología y por ende tenía que ver con toda la teología y ante todo con los temas más básicos de ella, abordados desde un modo de vivir el cristianismo que nos había llevado a concebir la situación latinoamericana como una situación de pecado por negar la vida de las mayorías y la fraternidad y a trabajar sin descanso por revertir la situación de manera que por el ejercicio de la solidaridad pudiéramos llevar esa vida fraterna.
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