En 1995, un empresario japonés que deseaba establecer una empresa en alguna parte de Jalisco viajó a un municipio fuera de la zona metropolitana de Guadalajara para hablar con el presidente municipal; al llegar a las oficinas del ayuntamiento pidió una entrevista con él, y la secretaria le informó que en unos minutos lo atenderían. Pasaron dos horas y el empresario no fue recibido, se desesperó y tomó la carretera a Guadalajara; en el trayecto se detuvo en otro municipio, fue recibido atentamente por el presidente municipal, quien le ofreció un edificio provisional para la empresa e hicieron un arreglo que llevó 700 empleos a este segundo municipio.Sería deseable que esto no sucediera a menudo; sin embargo, se conocen muchas anécdotas de este tipo que llevan a pensar que Jalisco necesita un programa de promoción de inversión extranjera directa mejor enfocado, más sencillo y, lo más importante, que llegue a todos los sectores involucrados, incluso el nivel más bajo.
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