Desde finales del siglo XVIII, el hombre disponía de una máquina con la que poder elevarse y volar. Lo hacía en globos aerostáticos, una nueva invención con sus limitaciones, pero que por el momento cumplía el sueño ancestral de surcar los cielos. Más de un siglo transcurrió hasta la aparición de la aviación libre y controlada que ofrecieron los aeroplanos. Alcanzar aquella capacidad exclusiva de las aves se había convertido en una obligación científica, y la ciencia obró con su empeño el milagro. Con globos y aeroplanos se iniciaron también los estudios sobre aeronáutica, tomando nombres como estática del aire, náutica atmosférica o navegación aérea. La nueva rama de la física adquirió un enorme desarrollo en la primera mitad del siglo XX. España se vio rápidamente impregnada por la fascinación del nuevo invento y siguió su desarrollo haciendo sus particulares contribuciones, o intentos de ellas. Sevilla tuvo también un papel destacado. Sus autoridades, artesanos, hombres de ciencia y vecinos quedaron absortos ante el vuelo mecánico y dieron acogida a todo tipo de manifestaciones aeronáuticas:
ensayos, exhibiciones e invenciones, abriendo sus aulas y sus cielos a la escuela que globos, aeroplanos y pilotos desplegaron. Estos son algunos apuntes de aquella historia de asimilación y contribución al desarrollo de uno de los mayores logros humanos.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados