La desintegración a partir de 1991 de las tres federaciones socialistas se intentó regular reconociendo como fronteras internacionales los antiguos límites internos de las unidades federales y otorgándoles la protección que acordaba el Acta Final de Helsinki (principio de inviolabilidad de las fronteras). En contra de lo que se esperaba, este criterio no facilitó una transformación pacífica, aceptable para todos, del antiguo orden e incluso después de treinta años en la Europa postcomunista sigue habiendo un buen número de problemas territoriales pendientes de regulación. Podemos plantearnos si un enfoque distinto, basado en la fusión de estados y territorios vecinos con similar identidad étnica, no podría dar en estos momentos mejores resultados y nos ayudaría a culminar con éxito el proceso iniciado en 1991.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados