Es un problema de identidad histórica, no solamente una cuestión religiosa. Lo cómodo, como siempre, sería callar y dejarse arrastrar no ya por la mayoría, sino por la minoría audaz, y en ocasiones impúdica, que valiéndose de un pretexto de unidad, y de una inconcebible exigencia de unanimidad, impone sus criterios unilaterales a una masa inerte definida cínicamente por un portavoz de esa minoría como "masa de maniobra".
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