La digitalización, la globalización y el envejecimiento traen nuevas oportunidades, pero también riesgos de aumentar las desigualdades entre los trabajadores.
El mundo del trabajo está cambiando para dar respuesta al progreso tecnológico, la globalización y a las poblaciones que envejecen. Además, los nuevos modelos organizativos empresariales y las preferencias cambiantes de los trabajadores contribuyen al surgimiento de nuevas formas de trabajo.
A pesar de la sensación generalizada de ansiedad sobre la destrucción potencial de puestos de trabajo a causa de los cambios tecnológicos y la globalización, parece poco probable que haya un descenso abrupto del empleo en general. Si bien es cierto que algunos puestos y tareas están desapareciendo, hay otros que están surgiendo y el empleo crece. Uno de los retos principales ante estas transformaciones es el de gestionar la transición de los trabajadores en unas industrias y regiones en declive hacia nuevas oportunidades laborales, aunque también existe cierta preocupación sobre la calidad de los empleos. Aún quedan importantes retos por superar para garantizar la calidad del trabajo no normalizado, aunque la diversidad de tipos de contrato de empleo puede, también, acarrear una buena flexibilidad. Asimismo, las desigualdades en los mercados laborales podrían aumentar a menos que se tomen medidas políticas resueltas en aras de alcanzar un reparto más equitativo de los costes de los ajustes estructurales en el mundo del trabajo. Y, aunque aún se observan riesgos en este sentido, también hay multitud de oportunidades y el futuro del trabajo no es algo que esté grabado a fuego. Si se cuenta con las políticas e instituciones adecuadas, el futuro del trabajo puede traer más y mejores empleos para todos.
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