A partir del Concilio de Trento (1563), en medio de una efervescencia espiritual y un desorden religioso generalizado, se creó un movimiento reformador en el seno de la Iglesia Católica cuyos seguidores optaron por erigirse en modelo de comportamiento basado en una mayor austeridad y sencillez en las formas, y en utilizar la predicación como la mejor manera de llegar al corazón de unas gentes cada vez más confusas en cuanto a la doctrina de la Iglesia, entre ellos los moriscos. Una de aquellas figuras fue Juan de Ávila, "Apóstol de Andalucía". El granadino Hernando de Vargas (1513-1593) fue uno de los discípulos que le siguieron,
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