Lo que deseo mostrar en este ensayo es que el neologismo (po)ética, una ética del deseo que abre la dimensión más vasta de la creación que es la poética, permite poner a prueba una hipótesis de trabajo: “no hay nada más opuesto al poder que el deseo”, es decir “no hay nada más opuesto al poder que el psicoanálisis”. Y que gracias a que el deseo del analista introduce la diferencia radical, permite que el sujeto rescate el goce incestuoso perdido por el camino del deseo del Otro, más allá de los amos de la ciudad. Una (a)puesta en compañía de Aristóteles, Martin Heidegger, Eugenio Trías, Octavio Paz, Sigmund Freud y Jacques Lacan, entre otros.
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