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¡ Que verdadero, que existente !

  • Autores: Felipe Hernández Cava
  • Localización: Exit: imagen y cultura, ISSN 1577-2721, Nº. 3 (Agosto/Octubre), 2001 (Ejemplar dedicado a: Fuera de escena), pág. 60
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • "¿Quién va a escribir alguna vez esta historia de otra manera, aunque sólo sea en los matices, unos matices que por supuesto podrían ayudar mucho a liberar a los pueblos de las imágenes congeladas en las que se ven los unos a los otros?" Peter Handke, Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina ó Justicia para Serbia Algunas de las miradas más comprometidas con el proyecto moderno ¿y la de Wenders, pese a sus vaivenes, lo ha venido siendo¿ asisten con preocupación a la progresiva debilidad de aquellos discursos que trataban de articular de forma totalizadora las relaciones que mantenemos con la realidad.

      Hoy, en medio de un creciente ruido de imágenes, dichas miradas, se nos antojan un tanto desamparadas de un marco al que poder remitirse para encontrar el menor atisbo de sentido. Se aferran por ligarse a algunos eslabones sólidos, aunque a veces contradictorios, con el fin de no perecer en la errática fragmentación posmoderna. Son, en el fondo, las miradas de los que piensan que no sólo no debemos dar por concluida la modernidad, sino que lo que hoy estamos viviendo no es sino una etapa más de la misma, aunque resulte especialmente accidentada.

      Creo que los que apuestan por esas miradas se resisten a aceptar todas las reglas del simulacro en que estamos inmersos, con ser éste tal vez una de las pocas certezas con que contamos. Pero no se les puede negar su condición de resistentes en unos tiempos en los que ni siquiera es fácil ponderar la esencia de la imagen, perturbada no sólo por su saturación sino por la dislocación a la que está siendo sometida. Desde el campo de la publicidad, muy especialmente, no cesan de generarse miles de imágenes cada vez más opacas, por más seductoras que parezcan resultar tras sufrir la correspondiente manipulación a cargo de sus profesionales. Unos profesionales que, como alguna vez ha recordado Wenders, hacen gala de la condescendiente osadía de considerar que nada es lo suficientemente bueno como para no necesitar de su revalorización.

      El cineasta y fotógrafo alemán, como otros lúcidos miembros de su generación, aquella que quiso subvertir el orden de las cosas, ha mantenido siempre una relación de desconfianza con nuestra muy superpoblada iconosfera. Ha hallado por doquier demasiadas imágenes que bien podían tildarse de "impuras", no tanto por su elevado grado de contaminación, con ser importante, sino por el hecho de que ya no pretendían ni siquiera mostrarnos lo en ellas reflejado.

      Tal es, en efecto, el grado de divorcio entre lo que aparentemente la mayoría de las imágenes significan per se y lo que finalmente acaban por significar, que lo único que consiguen es extender el vacío ante nuestros ojos y asesinar los objetos de su interés al vaciarlos de su existencia. Imágenes muertas que no muestran, que únicamente son elocuentes de un pensamiento que se jacta de su errático deambular.

      ¿Cómo devolver, entonces, a las imágenes su ¿pureza¿? O lo que es igual: ¿cómo devolverles su capacidad de significación, dejándolas que, en la medida de lo posible, concedan al fotógrafo su autorización para explicarlas? En este proyecto utópico, tan apegado al discurrir de la modernidad, no queda otro remedio que desandar buena parte del camino hasta ahora recorrido para volver a unos orígenes libres de muchas de las adherencias actuales. Es el mismo camino que a mi alrededor veo que han emprendido también varios diseñadores gráficos y pintores. Un camino, en suma, que se formula ni más ni menos que en un deseo de desmontar el actual dispositivo de la visión, en dejar de mirar como máquinas, como autómatas. (...)


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