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Resumen de Milagros de la Torre. ¿Quien es el culpable? La fotografía como prueba y revelación

Olivier Debroise

  • Escarbando entre los expedientes apilados en los sótanos de la Corte de Justicia de Lima, Milagros de la Torre no encontró matrículas fotográficas, o quizás no le interesaron por su mérito propio, como registro de individuos con historiales, como los que cautivaron, en la misma época, a la artista brasileña Rosangela Rennó. Sí halló objetos ¿marcados¿, pruebas encontradas durante las pesquisas policíacas y utilizadas en el proceso de varios criminales, y a su vez los fotografió, muy cuidadosamente, en blanco y negro, en el lugar mismo del hallazgo, transformado para la ocasión en estudio fotográfico. Desechó, en esta ocasión, el expediente criminal, y sólo conservó, de este contexto, el título que es a la vez extensa descripción del objeto y el motivo de la fotografía: Cinturones que utilizo el sicólogo Mario Poggi para estrangular a un violador durante el interrogatorio policial, Camisa de periodista asesinado en la masacre de Ucchuracay, Ayacucho o, aún más elocuente en su simplicidad, Pistola. Prueba incriminatoria de asesinato. El objeto motivo de la imagen, sin embargo, indica un destino (el de la víctima), pero no dilucida cual fue el motivo del crimen (o del victimario).

    En esta serie de imágenes titulada Los pasos perdidos (¿en discreto homenaje al fundador de una ¿teoría de los objetos significantes¿, André Breton, o a uno de los primeros creadores de una literatura poscolonial, Alejo Carpentier?), Milagros de la Torre explora los límites del contexto, los poderes de la ambigüedad y la polisemia intrínseca a toda imagen, pero que la fotografía por obra y razón de su pretensión objetiva, revela mucho más que otros medios visuales.

    Milagros de la Torre fotografía a estos objetos de manera muy pulcra, impecable en su clasicismo fotográfico hasta cierto punto decimonónico: centrados en la imagen, apenas dispuestos para ser precisamente vistos. Están iluminados como los instrumentos del crimen de los naipes de ¿Quién es el culpable?, bañados en un aura grisácea que se difumina en los bordes, emergiendo de las tinieblas de la memoria, para reactivar una narrativa, sugerirla más que develarla. Recrea a su modo, utilizando reglas muy bien establecidas, el espacio ficcional del expediente policíaco o de la novela de misterio. En ese sentido, las imágenes están imbuidas de equívocos: como constructora de historias sin final aparente, Milagros de la Torre nos enseña la verdadera naturaleza de los objetos, pero deja implícito que las historias ¿el motivo, tanto del crimen, como de la fotografía¿, sólo pertenece al espectador.

    El poder de la imagen reside en esta ambigüedad forzada, obligada. En los entredichos, en el no dicho. La Carta de amor escrita por prostituta a su amante, que forma parte de la serie Los pasos perdidos, es quizás el documento clave para esta comprensión de las intenciones de Milagros de la Torre, porque el texto de la carta, por naturaleza ilegible, si bien es la prueba de una historia finita, resumen de una vida, no nos dice nada. Nos queda apenas el tiempo de pensar en el cadáver revelado de la mujer que yace, fría, inmóvil, ausente, en el escenario de su crimen. Estos vacíos de la narrativa, que Milagros de la Torre explora aún más a fondo en su reciente serie de grandes fotografías de páginas ¿olvidadas¿ (o borradas, tachadas) de los libros de censos poblacionales de San Marino (serie en blanco), por su esencia enigmática, se vuelven imágenes poderosas porque la carencia de sentido, aquí fotografiada, se convierte en revelación. (...)


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