El reciente incremento de fuerzas militares rusas en la frontera oriental de Ucrania, que recuerda mucho a los movimientos del ejército ruso en 2014 tras la anexión de Crimea y el comienzo de la guerra en Donbás, ha causado preocupación en Ucrania y en la UE, EEUU y la OTAN sobre las intenciones del Kremlin. A pesar de que algunos analistas predicen una guerra inminente con regularidad milimétrica,1 aquí sostenemos, analizando los objetivos de la seguridad y de los intereses nacionales de Rusia y teniendo en cuenta los anteriores comportamientos de Moscú, que el Kremlin no planea una invasión, y que se trata de una intimidación táctica, una mera demostración de fuerza y provocación en conjunto a Ucrania, a la UE, a EEUU y a la OTAN, así como un gesto doméstico con la vista puesta en las elecciones generales del próximo septiembre. Por ahora se trata más de una escalada retórica que de una escalada militar, algo muy habitual en las relaciones entre Rusia y Ucrania desde 2014, aunque, obviamente, ello no excluye la posibilidad de que se produzca algún incidente mayor.
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