Santiago de Compostela, España
En cuanto a las situaciones de guerra en las que los hombres se enfrentan mutuamente, hay un antes y un después. Para Hobbes, el hombre que se encuentra en esa miserable condición tiene una cierta posibilidad de superar ese estado, a partir de la razón. A partir del genocidio nazi, se deja claro que es la propia razón la que sistemetiza la matanza a partir del concepto de justicia (Lyotard, Foucault...). Resnais recoge entonces un doble discurso: uno en blanco y negro, de archivo, en los que se da la despersonalización del enemigo (discurso lógico en el que lo otro es considerado obsceno y por tanto apartado; aquí la utopía (distopía) nazi es exterminar totalmente el discurso del enemigo declarado); y otro en color, actual (en 1955), en el que el holocausto ha sido subsumido en la Historia, en el que los hornos se han convertido en fotos de postal, otro modo de despersonalización. Aún eran tiempos de posguerra. La sociedad estaba anestesiada. Las escenas pasadas nos muestran la permisividad voluntaria. Las contemporáneas, más bellas (pastorales), nos muestra un olvido imparable. Según Todorov, la memoria y el olvido forman un contraste y al mismo tiempo se complementan, pues la memoria es siempre selección. La sociedad, decía, entonces, ha vivido un período de noche durante la guerra, y ahora parece estar viviendo una etapa de niebla, en la que los acontecimientos del pasado están siendo poco a poco borrados. Múltiples informes dan fe de lo hiriente que supuso el corto de Resnais tanto por el recuerdo del pasado como por la sanción al olvido voluntario presente. Todo lo dicho pone en tela de juicio la memoria común como una superestructura poderosa de autoafirmación agresiva y siempre corruptible, temas de la postmodernidad que Resnais indaga, a través de la imagen y del montaje, antes de que las fervientes críticas de la posthistoria penetraran en los congresos internacionales de filosofía. Enlazando el discurso de Resnais con una entrevista a Jorge Semprún, podemos concluir con una anécdota que cuenta éste último en una entrevista: la visión que tuvo en cierta ocasión de un niño alemán lanzando con rabia una piedra a un tren de presos nazi. Él señala, como culpable, no al niño aculturado, sino a la sociedad aculturadora; nosotros.
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