Al tiempo que una expedición filantrópica española distribuye por América y Asia la primera vacuna que conoció la humanidad, la Península Ibérica está bajo un asedio permanente de fiebre amarilla. Una epidemia que la Medicina combate con la ayuda de sudoríficos, enemas, quina y friegas de aceite; con sahumerios de plantas, de vinagre y de azufre y con andanadas de pólvora; con el aislamiento en chozas; con detalladas instrucciones de higiene y medidas de saneamiento para las cárceles. Para la política sanitaria, los indiscutibles cimientos de su lucha contra la epidemia van a ser las cuarentenas de personas y mercancías, sin descuidar la real recomendación de “implorar la misericordia de Dios con oraciones públicas”.
While a Spanish philanthropic expedition is placing the first vaccine known by the Mankind among the population of America and Asia, the Iberian Peninsula is living under yellow fever threat. An epidemic that Medicine fights with the help of sudorifics, enemas, quinine and oil rubs; with plants, vinegar or sulfur smokes and volleyfires; with isolation in huts; with hygiene instructions and sanitation measures for prisons. For the Public Health Policy, the indisputable basement of the battle against the epidemics will be placing in quarantine both, people and goods, without forgetting the royal advice, which is “to implore the help of God, with public prayers”.
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