El sacerdocio es el misterio del amor del Corazón de Jesús, solía decir el santo patrono de los presbíteros Juan María Vianney. Un misterio de la Providencia divina que elige, consagra y envía a los presbíteros a ser sus instrumentos en el pastoreo del Pueblo Santo de Dios. Al hilo de una plegaria de san Juan damasceno en De la Declaración de la fe, Cap. 1 (PG 95, 417-419) el autor se propone hilvanar algunas referencias patrísticas que puedan arrojar luz sobre la grandeza del ministerio sacerdotal. La llamada divina que interpela y sostiene la débil respuesta del sacerdote que se siente invitado por Dios a servirlo en sus hijos en el ejercicio del ministerio. El sacerdote alberga en su conciencia cómo el peso de la propia fragilidad humana ensombrece e impide la santidad que el ministerio sacerdotal requiere en el ejercicio de sus funciones. Es por ello que el presbítero enraíza sus existencia en la confianza que sostiene su vida y que reside en la gracia que le asiste: la certeza que procede del auxilio de quien le ha llamado, elegido y consagrado. Este artículo recoge algunos rasgos sobre el ministerio sacerdotal extraídos de la selección de algunos escritos de los Padres de la Iglesia, consciente de que el hacer teológico y, por ende espiritual, hunde sus raíces en la Tradición fraguada al amparo y cuidado de estos insignes maestros y padres, que con su insigne magisterio nos siguen engendrando a la fe.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados