La muerte no puede ser abordada de una manera simplista o puramente apologética; la pastoral de la Iglesia debe tenerla en cuenta. Desde siempre, la muerte es una de los mayores enigmas de la existencia. Por lo tanto, ninguno de los recursos humanos debe ser dejado de lado: los de la sociología y de la antropología, los de las filosofías; los, en resumen, de las religiones que proporcionan esperanza y consuelo.
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