Entre los años 69 y 106 d.C. el Imperio romano se enfrentó a una amenaza de primer orden contra su hegemonía sobre la Europa danubiana y balcánica que puso en serio peligro incluso su mera presencia en la región: bajo el enérgico liderazgo del rey Decébalo, el Estado dacio, había conformado una formidable entente con el objetivo de convertirse en la nueva superpotencia en el curso medio y bajo del Danubio y las costas occidentales del Mar Negro. Alcanzar esta meta, sin embargo, pasaba necesariamente por desplazar a Roma de la región y, por lo tanto, por un conflicto directo a gran escala que, independientemente de su resultado, cambiaría para siempre la historia de la Europa oriental.
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