Se propone el poemario Canto villano de Blanca Varela como un punto de inflexión de un ejercicio poético que responde, por un lado, al anhelo –que es principio ético y estético- de desvelar lo que de auténtico se esconde tras la realidad aparente y que, a su vez, se traduce en un lenguaje más reducido y fragmentado y, por el otro, a la necesidad metafísica –que no religiosa- de alcanzar un centro originario y unitario que le dé sentido a su condición humana.
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