Aparte de las normas éticas por las que se rigen los profesionales de la publicidad, cada medio tiene su propia censura. Y no nos referimos aquí a la lógica reticencia a publicar anuncios de una tendencia política diferente a la del medio. Las normas sobre la moralidad o el buen gusto son claramente distintas en prensa, radio, vallas y televisión, por lo que un anuncio que inunde nuestras revistas o nuestras calles no podrá aparecer nunca en la pequeña pantalla.
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