La muerte, como final de una biografía, es intransferible. Quienes quieren legislar sobre la eutanasia han de conocer los contenidos que forman parte del término de manera precisa. En el contexto de una crisis pandémica, además, no cabe esconder la brutalidad del morir sin que afecte a la propia dignidad individual y comunitaria. Un buen final es más urgente que nunca cuando decenas de miles de personas están muriendo sin aquellos elementos que nos identifican como humanidad. Esconder la muerte tras cifras es un doble morir: el real y el virtual. Pero ningún individuo humano puede morir dos veces, aunque parezca lo contrario en tiempo de COVID-19, sin que suponga una gran y cínica mentira.
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