La Educación, además de disciplina científica, suele ser utilizada con carácter electoralista por buena parte de la clase política, empleándola en sus discursos como panacea para solucionar múltiples cuestiones. El problema es que, a menudo, estos discursos no tienen una respuesta acorde en forma de realizaciones. Con este contexto, en el artículo subyace la cuestión de qué tipo de educación defienden los representantes políticos: ¿la que busca paliar las desigualdades y buscar una mayor equidad social o la que se limita a formar un alumnado brillante que se enriquezca en el futuro? La propuesta o idea de este capítulo, a partir de los documentos oficiales y las referencias bibliográficas consultadas, es incidir en la necesidad de mutar hacia un modelo educativo crítico, centrado en el bien común y que persiga la igualdad de oportunidades para todos los niños y niñas, haciendo hincapié en la interacción entre el ámbito educativo y el resto de sistemas que sustentan el estado del bienestar, integrando nuevas figuras profesionales (educadoras/es sociales) en el seno de la comunidad educativa. Para todo ello, se debe exigir a la clase política una mayor implicación y un respaldo efectivo, evitando el discurso vacío anteriormente mencionado.
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