Cuando parecía declinar el entusiasmo de las masas carlistas de Navarra -que los resultados electorales de 1916 presentaban en un aparente retroceso-, después del compás de espera de la Dictadura, la caída de la Monarquía y consiguiente proclamación de la República tuvieron la virtualidad de fortalecer el espíritu de resistencia de los tradicionalistas, particularmente sensibles al anticlericalismo con que se adornaba el nuevo régimen.
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