El reconocimiento pleno de derechos laborales a toda manifestación del trabajo sexual, incluida la prostitución, resulta plenamente necesario para la tutela no discriminatoria de las personas que, por necesidades económicas, decida ejercer libremente la prostitución. Los tribunales laborales españoles no responden, en este punto, a la lógica tuitiva del derecho del trabajo e ignoran la vulnerabilidad a la que dejan expuesta a las trabajadoras sexuales. Aplican para ello criterios que no siempre son estrictamente jurídicos, efectuando conclusiones voluntaristas que predeterminan el contenido de sus fallos sin tomar en consideración el derecho. Se produce como consecuencia de ello una discriminación de un colectivo perseguido históricamente, como el de las prostitutas, sin que exista una motivación objetiva y razonable que lo justifique. Ni la protección de la mujer como colectivo -en términos de igualdad de género-; ni la superación de las “molestias” que, para la sociedad, acompañan al ejercicio de la prostitución; ni la lucha contra la trata de personas, ni tampoco una pretendida defensa de la dignidad de las prostitutas -con la que, paradójicamente, se les priva de la misma al tratarlas como menores-, son objetivos que superen el juicio de proporcionalidad (idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto) al que deben someterse los tratos desiguales. Menos todavía cuando, teniendo los derechos humanos un alcance universal, se pretende que las prostitutas no puedan ser titulares de los mismos.
The right not to suffer discrimination requires that people who choose to engage in sex work in order to meet their economic needs receive full recognition of their employment and labour rights. This includes prostitution. In this field, however, Spanish labour courts do not adhere to the protective spirit of Labour Law. Instead, they add to the vulnerability of prostitutes by denying them protection. To this end, they apply criteria that are not always strictly legal, relying on wilful arguments that often disregard the law. The result is the discrimination of prostitutes, a collective historically subject to persecution, as no reasonable argument is provided to justify their pejorative differential treatment. The protection of women as a whole -in terms of gender equality-; the need to overcome the social “nuisances” prostitution causes; the need to fight against human trafficking; the alleged desire to defend prostitutes’ dignity -while paradoxically harming it, as prostitutes are treated as minors-; appealing to these aims, and depriving prostitutes of rights as a means to reach them, does not pass the proportionality test (suitability, necessity and balancing tests) unequal treatment must meet to be considered non-discriminatory. The underlying consideration is that, despite human rights’ universal character, prostitutes cannot be regarded as their holders.
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