Con el objetivo de salvaguardar su industria cultural, la Unión Europea se enfrentó a Estados Unidos durante las negociaciones del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (GATS), que entró en vigor en 1995. El conflicto se saldó de forma ambivalente: la cultura quedó incluída en el mismo, pero se mantuvo el proteccionismo interno y una excepción temporal de la cláusula de no discriminación entre extranjeros. Estas excepciones deben, en principio, concluir a los diez años con lo que Estados Unidos utiliza la actual Ronda del Milenio para reabrir la negociación. Europa ha dado un mandato proteccionista a sus negociadores, pero no todos los países comparten la misma visión e intereses. España y Francia, con amplias áreas lingüísticas extracomunitarias, son contrarias a la liberalización, pero nuestro país debe estudiar a fondo sus necesidades reales y la mejor forma de defenderlas junto a sus socios internacionales.
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