El proceso de morir es el que lleva de la vida a la muerte a un organismo vivo. Puede ser descrito adecuadamente como parte del transcurso de transformación de la materia orgánica. Pero el hecho de morir un ser humano, igual que su proceso de vivir, no es algo meramente biológico: tiene también, y es esencial en él, un aspecto social. El encuentro del hombre con la muerte involucra a varias personas: al que muere, del que se dice que parte, que se va (¿a dónde?); y a los que se quedan, quienes pueden tener que ayudar al primero en un momento en el que tal vez requiera colaboración. Tanto el que se va como los que se quedan han de asimilar el hecho de la muerte. Todos los participantes en el proceso de morir han de dotar de sentido al acontecimiento en el cual uno de ellos abandona su lugar en la red de relaciones sociales. Asociada a este radical abandono se encuentra toda una tradición que relaciona dicha partida con las ideas de alma, Dios e inmortalidad. Pero también asociado a ese trance se encuentra una forma de organizar socialmente el transcurso de morir, el encuentro directo del hombre con la muerte, lo que denominamos un modo de morir.
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