Las actividades mineras, especialmente la minería metálica, han generado a lo largo de la historia gran cantidad de residuos con elevado contenido en elementos traza que suponen un elevado riesgo de salud medioambiental. La gran complejidad de los residuos mineros, que pueden presentar características muy diferentes de pH o de concentración de elementos traza, hace muy difícil el proveer de soluciones generales para la disminución de los riesgos asociados. Para aquellos residuos mineros con elevado riesgo para la población o el medio ambiente, su sellado o traslado a vertedero se plantean como las opciones más adecuadas. Sin embargo, para áreas mineras extensas o para aquellos residuos que no representan un peligro inminente, el empleo de la fitoestabilización resulta una alternativa óptima para disminuir los riesgos de transferencia de contaminantes al entorno. El estudio específico de cada caso, incluyendo un análisis detallado de la geoquímica del residuo, de las condiciones físico-químicas a las que va a estar sometido y del efecto de las enmiendas empleadas para facilitar el establecimiento vegetal, es una condición indispensable para lograr el éxito del proyecto a largo plazo. En entornos de clima semiárido, además, las especies vegetales a utilizar en los proyectos de fitoestabilización deben mostrar adaptación a largos períodos de sequía lo que, junto con las características particulares de cada residuo minero, dificulta aún más el crecimiento vegetal.
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