Después de derrotar al león de Nemea, de matar a la hidra de Lerna, de capturar la cierva de Cerinea y sacrificar al jabalí de Erimanto, el rey Euristeo encomendó una nueva misión a su primo Hércules: limpiar los establos del rey Augías en un solo día. El héroe se enfrentaba así a una aventura más peligrosa de lo que él creía.
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