En marzo de 1720 el almirante López Pintado adquiría la heredad de Torreblanca en el Aljarafe de Sevilla, convirtiéndola poco después en una de las haciendas más ricas de los reinos andaluces. En sus extensos olivares construyó un magnifico edificio con señorío, numerosas dependencias y, lo que daba pleno sentido a la obra, tres molinos aceiteros con todos sus pertrechos y tinajas para 40.000 arrobas de aceite. No era este un hecho aislado, sino todo lo contrario: al compás de la expansión del olivar, desde los siglos XVII y XVIII sobre todo las haciendas se multiplican en la Baja Andalucía, mientras las caserías y otra unidades oleícolas lo hacen por el interior, consolidado uno de los patrimonios arquitectónicos y agroindustriales más destacados de España.
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