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Resumen de Introducción a la Sección Especial Conventos femeninos: religiosidad, economía, sociabilidad y formas de convivencia (siglos XVI-XVIII)

Ana María Presta, Fernando Ciaramitaro

  • En 1212, cuando la joven Clara abandona su rica familia en Asís y pronuncia los votos de castidad, obediencia y pobreza, se inicia la larga historia de los conventos femeninos en el seno de la iglesia católica.1 El suyo, del que fue nombrada abadesa, fue el primero reconocido oficialmente por las autoridades eclesiásticas, que impusieron la clausura y la jerarquía en el convento, aunque, desde aquel entonces, cada orden constituía y respetaba sus propias reglas de ejercicio monacal y convivencia.

    Así, desde el siglo XIII, los conventos femeninos se difundieron desde Umbría a todo el orbe cristiano: desde el Mediterráneo a las islas británicas, pasando por el mundo germánico y el francés. Como paradigma de la cristiandad, la península ibérica resultó desbordada por el fenómeno y, desde allí, por obvias razones, el monacato femenino se expandió a las posesiones de ultramar hispanoportuguesas.


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