A finales de 1773 se mostró en Madrid un elefante indio destinado a la ménagerie que Carlos III mantenía en Aranjuez. La fascinación suscitada en la opinión pública por esta intrusión de lo exótico puede rastrearse a través de poemas (Tomás de Iriarte), obras de teatro (Ramón de la Cruz), artículos de prensa y distintas manifestaciones plásticas (los pasteles costumbristas de Lorenzo Tiepolo, las estampas populares y científicas). Se contrasta en el debate público un conocimiento mítico y premoderno de la naturaleza animal con la nueva observación científica. En las décadas finales del siglo XVIII, la imagen del elefante cautivo adquirió en Europa un nuevo valor simbólico, asociado a la lucha contra la esclavitud. Todo ello confluye en la estampa Disparate de bestia de Francisco de Goya.
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