Francia, desde que abandonó Afganistán en 2014, solo ha expedido visados a una pequeña parte de los civiles a los que empleó durante su intervención. Considerados como traidores por los talibanes, hoy en día a las puertas del poder, viven con el miedo a ser asesinados. A la inacción del Estado francés le ha sucedido la voluntad política de oponerse a la repatriación de los que fueron sus auxiliares.
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