Que Dios ha creado el mundo es algo que se aprende desde muy pequeños y, sin embargo, muchos parecen olvidar a medida que crecen.
Todo lo que existe, «lleva impresa una huella, una señal, una memoria — casi genética— que remite al Padre.
Esto significa que, en todo lo que existe, el Padre se dona y, por tanto, lo podemos encontrar, podemos tener una cierta experiencia de su amor, percibir un destello de su paternidad». Al contemplar la creación podemos contemplar al Creador, podemos encontrar a Dios.
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