El presente artículo se adentra en la construcción de un lugar de autoridad ejecutada por el fraile Jerónimo Gracián dentro y fuera del Carmelo Descalzo tras el deceso de quien fuera su símbolo aglutinante, Teresa de Ávila (1515-1582). Tras un breve repaso por su vida y señalando su brusco ascenso y descenso desde la cúspide de la descalcez, nos detendremos en su intento por presentar un vínculo cercano con la visionaria de Ávila como elemento legitimador de su persona y obra. Finalmente, observaremos que el componente que Gracián presenta como eje unitivo entre él y Teresa se funda en la noción renacentista del amor platónico, haciendo del acto de amarla premisa de una autoridad vicaria que finalmente quedó más en el orden del anhelo que de la práctica.
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