La concesión de la ciudadanía romana por el emperador tenía que responder a estrictos criterios de justicia, para evitar ser considerada un acto arbitrario, y por lo tanto tiránico. En este caso, la justicia dictaba que el fin de este favor imperial sólo podía ser el de incrementar el número de ciudadanos, lo que en sí mismo era un acto de evergetismo, pues proporcionaba un sólido fundamento a la res publica.
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