El rescate de los naufragios históricos ha creado un renovado interés en el derecho de salvamento clásico, lo que plantea nuevos problemas legales de gran importancia. En la última mitad del siglo xx surgió un nuevo modelo de negocio, conocido como «cazatesoros», un término que se refiere al negocio de localizar naufragios que tienen valor económico, ya sea por las características de los buques en sí o, más frecuentemente, debido a la carga que transportaban las embarcaciones cuando se hundieron. Los avances tecnológicos en vehículos operados a distancia hacen ahora posible el rescate de restos de naufragios ubicados lejos de la costa, a grandes profundidades, considerados antes inaccesibles. Tales naufragios no solo contienen fortunas en «tesoros»; son principalmente cápsulas del tiempo de interés histórico inigualable. El crecimiento del negocio de la búsqueda de antiguos naufragios y recuperación de tesoros ha creado un conflicto clásico entre las posiciones políticas con respecto a las prácticas involucradas: por un lado, los intereses comerciales privados consideran estas riquezas submarinas como fuentes de ganancias económicas; por otro, la comunidad científica valora estos naufragios como componentes irreemplazables del patrimonio cultural de la humanidad. Los litigios reflejan el conflicto entre estas posiciones enfrentadas. El treasure salvage a menudo crea una competencia entre 1) los salvadores del naufragio (y con frecuencia entre los salvadores rivales); 2) los propietarios originales o sus sucesores, y 3) los gobiernos y la comunidad científica. Un giro decisivo en los tribunales marítimos de Estados Unidos ha decidido proteger reciente y preferiblemente el interés público y los naufragios históricos como patrimonio común.
The salvage of historic shipwrecks has created renewed interest in the musty law of salvage, raising novel legal issues of great importance. In the last half of the twentieth century a new salvage business model arose, loosely known as «treasure salvage», a term that refers to the business of locating shipwrecks that have economic value, either because of the characteristics of the vessels themselves, or, more frequently, because of the cargo the vessels carried when they sank. Technological advances in remotely operated vehicles now make possible the salvage of wrecks located far offshore long considered inaccessible. Such shipwrecks not only sometimes contain fortunes in treasure and gold; they are mainly time capsules of unmatched historic interest. The growth of the business of searching for ancient shipwrecks and treasure salvage has created a classic conflict between policy positions with respect to the practices involved. On the one hand, private business interests consider these undersea riches as a source of economic gain; on the other hand, historic preservationists value these shipwrecks as irreplaceable components of the cultural heritage of mankind. Litigation reflects the tug-of-war between these polar positions. Treasure salvage often creates a contest among or between 1) the salvors of the wreck (and frequently between rival salvors); 2) the original owners or their claimed successors, and 3) governments, and historic preservationists. A decisive turn in US Admiralty courts has decided to protect recently and preferably the public interest and historic shipwrecks as common heritage.
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