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Resumen de El tiempo se acaba

Roland Kupers

  • Parece que el cambio climático emerge por fin como una de las ideas centrales del orden mundial del siglo XXI. En Europa se debate un Pacto Verde, el candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Joe Biden, considera dedicar dos billones de dólares a revitalizar la política climática del país, y China ha adoptado como pilar de su visión la “civilización ecológica”. No obstante, si bien en apariencia la cuestión se ha consolidado como uno de los asuntos principales del orden del día internacional, las acciones emprendidas distan de ser las necesarias.

    Valga como ejemplo la neutralidad del carbono, de aquí a 2050, propugnado por la Unión Europea e incluso por algunas compañías de hidrocarburos como BP o Shell. El mundo necesita una huella de carbono cero en 2050; por ello, para los países y empresas más ricos el hecho de cumplir con el promedio equivale a una disonancia cognitiva. Nobleza obliga. Es obvio que las regiones con más ventajas deben lograr resultados muy por encima de la media a fin de evitar la crisis climática y, por tanto, ser sustancialmente negativas en carbono de aquí a mediados de siglo.

    Muchos gobiernos han demostrado ser capaces de actuar de manera coordinada ante una crisis financiera grave o una pandemia. Un plan de rescate de un billón de dólares, que en el pasado solo existía en la imaginación, ahora se considera normal. En cambio, cuando nos enfrentamos a una crisis climática y a la destrucción de la biodiversidad, parece que lo único que somos capaces de hacer es situar los asuntos en el centro de nuestra agenda conceptual, pero no emprender acciones proporcionadas.

    El reto no consiste en el qué, sino en el cómo. Innumerables informes enumeran qué hacer para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.


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